jueves, 12 de septiembre de 2013

Todo inició el 11 de septiembre de 1973 (Parte II)


Por Rodrigo Hernández López

A finales de los años setenta y principios de los ochenta, la DEA operaba en México con la bendición del gobierno Mexicano que ya encabeza José López Portillo.  En declaraciones a la prensa el 25 de febrero de 1978, el general Félix Galván López quien era en ese entonces titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), declaraba que de 1970 a 1976 los datos oficiales reportaban que se habían destruido 65 mil plantíos de adormidera, más de 46 mil de mariguana y se habían detenido a más de 18 mil hombres.

Como lo afirmaba Galván López, la Operación Cóndor era todo un éxito. El operativo que inició en enero de 1977 y que concluyó en enero de 1987 estuvo encabezada por 23 comandantes, quienes a lo largo de 10 años y de acuerdo con datos de la Sedena entregados por una solicitud de acceso a la información pública solicitado en 2008, había logrado un total de 224 mil 252 plantíos destruidos.

Al frente de las tropas, el sistema político había confiado el combate al crimen organizado a distinguidos personajes, pero ningunos tan importantes como tres oscuros hombres; José Hernández Toledo, Roberto Heine Rangel y Manuel Díaz Escobar.

El primero dirigió el operativo contra los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre de 1968.  El segundo fue una de las piezas claves durante el período conocido como “Guerra Sucia”, pues era uno de los encargados de la desaparición forzada de los disidentes del régimen. Por último Díaz Escobar fue el jefe del grupo conocido como los “Halcones”, quienes perpetraron la matanza del jueves de corpus el 10 de junio de 1971.

La famosa zona que une a Chihuahua, Durango y Sinaloa.


La Operación Cóndor por un lado destruía los plantíos en el Triángulo Dorado, pero por otra parte permitió el nacimiento de los grandes capos de la droga. Un hombre llamado “El Informante” le reveló a la periodista Anabel Hernández la siguiente historia:

“En 1970 no existía el término “cártel”, existían sólo las “clicas”, que se dedicaban a sembrar, transportar y cruzar al otro lado de la frontera la mariguana y la goma…Eran los años de la guerra de Vietnam y el gobierno de Estados Unidos permitía la actividad del narcotráfico para surtir de estimulantes a sus soldados en el frente de batalla y para los que regresaban a su país con la adicción ya generada”.

La entrevista fue realizada en 2010, ahí El Informante contaba que en esos tiempos “había 600 agentes federales para todo el país, con 15 o 20 ayudantes”, estos eran conocidos como “madrinas” y refirió que jamás aparecían en la nómina federal pero “eran un grupo indispensable para su funcionamiento actuando en la ilegalidad y falta de control”.

Relató entre otras cosas que “no había viáticos, ni dinero para equipos”, pero que “los recursos se obtenían a través de peleas de gallos, carreras de caballos y del narcotráfico”. Entre el humo del cigarro relató “eran los tiempos en que el gobierno tenía bajo un control casi total la siembra y el trasiego de la droga. No había casi ningún cargamento que no pasara por el permiso y la vigilancia del Ejército, de la Dirección Federal de Seguridad y la Policía Judicial Federal”.

“El control consistía en estar “arreglado”…para sembrar 50 hectáreas se requería el permiso del jefe de la zona o la región militar”. Cuando la cosecha estaba lista relata El Informante, se transportaba la droga a un centro de acopio, de ahí se solicitaba permiso para enviar el cargamento a la frontera.

“Había la orden precisa de que ni un kilo podía quedarse en el país. No había venta al menudeo”. Semejante revelación era en si ya una gran historia, pero no sólo eso relató algo más grande, una ruta, una ruta de una maleta.

“Los narcotraficantes le pagaban una especie de “impuesto” al gobierno federal para dedicarse a esa actividad. Se pagaban 60 dólares por cada kilo: 20 dólares eran para el jefe de la zona militar, 20 dólares para la Policía Judicial y los otros 20 para la Dirección Federal de Seguridad (DFS)”.

Mensualmente una maleta recorría el país “hacía su viaje desde abajo, desde los que directamente cobraban el dinero hasta la oficina del procurador…se perdía de mano en mano hasta llegar a Los Pinos. Los impuestos de los narcos crearon fortunas de la noche a la mañana de funcionarios y empresarios en México”. En Estados Unidos el dinero obtenido por los impuestos “fue destinado a la lucha contra los movimientos subversivos”.

En los años de la paz pactada, quienes pagaban impuestos puntualmente eran; Miguel Ángel Félix Gallardo, Ismael “El Mayo” Zambada, Pablo Acosta Villareal, Juan José Quintero Payán, Juan José Esparragoza y Ernesto Fonseca Carrillo, mejor conocido como Don Neto.

Una vez más Estados Unidos metía sus manos y movía los hilos de la política mexicana a su favor. Desde 1973 la DEA operaba en México, pero fue la Agencia Central de Inteligencia (CIA) quien llegó al país desde 1951 y utilizó a tres informantes claves dentro del sistema político; Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría. El primero fue conocido como Litensor, Díaz Ordaz como Litempo-2 y Echeverría como Litempo 8; además de ser informantes de la agencia, los tres coincidieron en el mismo trabajo, fueron Presidentes de México.

López Mateos eligió en la sucesión presidencial a Díaz Ordaz, quien a su vez le heredó el poder a Luis Echeverría.


La CIA tenía un objetivo claro al llegar a suelo mexicano; sería su base de operaciones contra amenazas como el comunismo. El periodista Manuel Buendía documentó gran parte de la historia negra de la agencia en un libro titulado; La CIA en México.

Cuando El Informante contó su historia además de revelar datos para el entendimiento del crimen organizado, dio algo muy importante: fechas. Al cruzar datos, su historia concordaba con un evento, un caso conocido como el escándalo Irán-Contra.

El hecho histórico conocido tan sólo como la Contra, ocurrió entre 1985 y 1986, durante ese periodo el gobierno de Estados Unidos vendió armas al gobierno de Irán durante su guerra contra Irak. Pero además financió el movimiento armado creado por EU, la Contra nicaragüense para acabar con el gobierno sandinista de Nicaragua.

Tanto la Contra como la venta de armas fueron operaciones prohibidas por el Senado norteamericano. En su búsqueda por combatir el comunismo en América Latina, Estados Unidos derrocó a Allende pero además usó el dinero proveniente del narcotráfico para financiar esas operaciones.

Mientras el discurso gubernamental se jactaba del éxito contra el crimen organizado, la realidad era que había una paz pactada en México, ese pacto permitió que en esas décadas el narcotráfico plantara sus raíces y se extendiera por todo el territorio.

A raíz de la implementación de la Operación Cóndor, llegaron procedentes de Sinaloa a Jalisco, Amado Carrillo Fuentes, Héctor “El Gûero” Palma, Miguel Ángel Félix Gallardo y el siniestro Rafael Caro Quintero, quien jugaría un papel preponderante en el Caso Camarena.


Los ecos de ese obscuro pasaje son una pieza toral dentro del rompecabezas del tráfico de drogas y la corrupción de la clase política. 

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