sábado, 1 de noviembre de 2014

Flores para Díaz Ordaz


Por Rodrigo Hernández López


¿Cuánto dura el poder? Preguntó… sólo el silencio respondió.

Cinco pinos formados flanquean aquellas lozas de mármol que forman una cruz, un florero lleno por el agua de lluvia reposa en la parte inferior enterrado en la tierra, el paso del tiempo es visible, manchas formadas por el sol y la intemperie, el pasto crece y el olvido aumenta. 

El cielo estaba encapotado aquella tarde de lunes, de vez en cuando unos rayos del sol iluminaban el terreno del kilómetro 14 del Camino al Desierto de los Leones en la Delegación Álvaro Obregón, aquel último homenaje lucía visiblemente abandonado.  

La curiosidad se había hecho presa de aquel joven que llegó en busca de respuestas sobre la lealtad política, miró tumbas y olvido a su paso, imágenes de jóvenes gritando ¡asesino!, se agolpeaban en su cabeza, de los aplausos de los hombres en los recintos más solemnes de la nación contrastaban en sus pensamientos con el lapidario silencio de la realidad.

Recordó que en un rincón de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García encontró olvidado un dibujo del caricaturista Alfonso Ontiveros que realizó en 1966, la imagen revela a distancia dos síntomas del periodismo mexicano: la subordinación al sistema del régimen priista y la creencia de que el Presidente en México es Dios.


El cartón muestra a ocho personajes, en tres papeles distintos: los villanos, el pueblo y el héroe. Un guerrero azteca está situado en la cúspide de una columna con la leyenda “Patria”, alrededor tres ratas, una víbora, un cocodrilo y un monstruo intentan dañarla, pero en su intento se enfrentan al “forjador del futuro”, con sus característicos lentes de pasta gruesa, nuestro paladín porta un soplete y una máscara de protección como el más humilde de los mexicanos, mientras ahuyenta al mal a patadas.



¿Cuánto dura el poder? Volvió a preguntar, mientras contemplaba aquellas palabras grabadas, y miraba fijamente aquella rosa marchita y golpeada por la intemperie. ¿Cuánto? Se escuchó una vez más, y las palabras recorrieron el aire sin encontrar respuesta.

Qué triste es ver una tumba abandonada, se dijo a sí mismo… mientras, caminó hacia otro sepulcro recién adornado, ahí tomó una flor y regresó a contemplar el pasado. Luego de colocar un clavel rojo se alejó pensando en que aquel color sería el mismo de aquella plaza bañada en sangre una tarde de octubre.

Contó diez pasos sobre el sendero y volvió la vista, cerró los ojos y en la obscuridad recordó aquellas imágenes de una conferencia de prensa perdida en el tiempo.  Lo vio ahí, sentado con su traje gris y su voz grave.

Sí, rememoró, aquella declaración es difícil de olvidar. Y lo evocó mientras recordaba su puño golpeando la mesa: “Pero de lo que estoy más orgulloso, es del año 1968, porque me permitió salvar al país, les guste o no les guste con algo más que horas de trabajo burocrático, poniéndolo todo: vida, integridad física, hora, peligro, la vida de mi familia, mi honor, el paso de mi nombre a la historia, todo se puso en la balanza, afortunadamente salimos adelante, y si no ha sido por eso, usted no tendría la oportunidad muchachito de estar aquí preguntando”.

Volvió a la pregunta inicial… ¿cuánto dura el poder?...miró una vez más aquel monumento al recuerdo, entonces se fue y gritó ¡Únicamente un sexenio!