Por Rodrigo
Hernández López
A finales de los
años setenta y principios de los ochenta, la DEA operaba en México con la
bendición del gobierno Mexicano que ya encabeza José López Portillo. En declaraciones a la prensa el 25 de febrero
de 1978, el general Félix Galván López quien era en ese entonces titular de la
Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), declaraba que de 1970 a 1976 los
datos oficiales reportaban que se habían destruido 65 mil plantíos de
adormidera, más de 46 mil de mariguana y se habían detenido a más de 18 mil hombres.
Como lo afirmaba
Galván López, la Operación Cóndor era todo un éxito. El operativo que inició en
enero de 1977 y que concluyó en enero de 1987 estuvo encabezada por 23
comandantes, quienes a lo largo de 10 años y de acuerdo con datos de la Sedena
entregados por una solicitud de acceso a la información pública solicitado en
2008, había logrado un total de 224 mil 252 plantíos destruidos.
Al frente de las
tropas, el sistema político había confiado el combate al crimen organizado a
distinguidos personajes, pero ningunos tan importantes como tres oscuros hombres;
José Hernández Toledo, Roberto Heine Rangel y Manuel Díaz Escobar.
El primero dirigió
el operativo contra los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de
octubre de 1968. El segundo fue una de
las piezas claves durante el período conocido como “Guerra Sucia”, pues era uno
de los encargados de la desaparición forzada de los disidentes del régimen. Por
último Díaz Escobar fue el jefe del grupo conocido como los “Halcones”, quienes
perpetraron la matanza del jueves de corpus el 10 de junio de 1971.
La famosa zona que une a Chihuahua, Durango y Sinaloa. |
La Operación
Cóndor por un lado destruía los plantíos en el Triángulo Dorado, pero por otra
parte permitió el nacimiento de los grandes capos de la droga. Un hombre
llamado “El Informante” le reveló a la periodista Anabel Hernández la siguiente
historia:
“En 1970 no
existía el término “cártel”, existían sólo las “clicas”, que se dedicaban a
sembrar, transportar y cruzar al otro lado de la frontera la mariguana y la
goma…Eran los años de la guerra de Vietnam y el gobierno de Estados Unidos
permitía la actividad del narcotráfico para surtir de estimulantes a sus
soldados en el frente de batalla y para los que regresaban a su país con la
adicción ya generada”.
La entrevista
fue realizada en 2010, ahí El Informante contaba que en esos tiempos “había 600
agentes federales para todo el país, con 15 o 20 ayudantes”, estos eran
conocidos como “madrinas” y refirió que jamás aparecían en la nómina federal
pero “eran un grupo indispensable para su funcionamiento actuando en la
ilegalidad y falta de control”.
Relató entre
otras cosas que “no había viáticos, ni dinero para equipos”, pero que “los
recursos se obtenían a través de peleas de gallos, carreras de caballos y del
narcotráfico”. Entre el humo del cigarro relató “eran los tiempos en que el
gobierno tenía bajo un control casi total la siembra y el trasiego de la droga.
No había casi ningún cargamento que no pasara por el permiso y la vigilancia
del Ejército, de la Dirección Federal de Seguridad y la Policía Judicial
Federal”.
“El control
consistía en estar “arreglado”…para sembrar 50 hectáreas se requería el permiso
del jefe de la zona o la región militar”. Cuando la cosecha estaba lista relata
El Informante, se transportaba la droga a un centro de acopio, de ahí se
solicitaba permiso para enviar el cargamento a la frontera.
“Había la orden
precisa de que ni un kilo podía quedarse en el país. No había venta al
menudeo”. Semejante revelación era en si ya una gran historia, pero no sólo eso
relató algo más grande, una ruta, una ruta de una maleta.
“Los
narcotraficantes le pagaban una especie de “impuesto” al gobierno federal para
dedicarse a esa actividad. Se pagaban 60 dólares por cada kilo: 20 dólares eran
para el jefe de la zona militar, 20 dólares para la Policía Judicial y los
otros 20 para la Dirección Federal de Seguridad (DFS)”.
Mensualmente una
maleta recorría el país “hacía su viaje desde abajo, desde los que directamente
cobraban el dinero hasta la oficina del procurador…se perdía de mano en mano
hasta llegar a Los Pinos. Los impuestos de los narcos crearon fortunas de la
noche a la mañana de funcionarios y empresarios en México”. En Estados Unidos
el dinero obtenido por los impuestos “fue destinado a la lucha contra los
movimientos subversivos”.
En los años de
la paz pactada, quienes pagaban impuestos puntualmente eran; Miguel Ángel Félix
Gallardo, Ismael “El Mayo” Zambada, Pablo Acosta Villareal, Juan José Quintero
Payán, Juan José Esparragoza y Ernesto Fonseca Carrillo, mejor conocido como
Don Neto.
Una vez más
Estados Unidos metía sus manos y movía los hilos de la política mexicana a su
favor. Desde 1973 la DEA operaba en México, pero fue la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) quien llegó al país desde 1951 y utilizó a tres informantes
claves dentro del sistema político; Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y
Luis Echeverría. El primero fue conocido como Litensor, Díaz Ordaz como
Litempo-2 y Echeverría como Litempo 8; además de ser informantes de la agencia,
los tres coincidieron en el mismo trabajo, fueron Presidentes de México.
López Mateos eligió en la sucesión presidencial a Díaz Ordaz, quien a su vez le heredó el poder a Luis Echeverría. |
La CIA tenía un
objetivo claro al llegar a suelo mexicano; sería su base de operaciones contra
amenazas como el comunismo. El periodista Manuel Buendía documentó gran parte
de la historia negra de la agencia en un libro titulado; La CIA en México.
Cuando El Informante
contó su historia además de revelar datos para el entendimiento del crimen
organizado, dio algo muy importante: fechas. Al cruzar datos, su historia
concordaba con un evento, un caso conocido como el escándalo Irán-Contra.
El hecho
histórico conocido tan sólo como la Contra, ocurrió entre 1985 y 1986, durante
ese periodo el gobierno de Estados Unidos vendió armas al gobierno de Irán
durante su guerra contra Irak. Pero además financió el movimiento armado creado
por EU, la Contra nicaragüense para acabar con el gobierno sandinista de
Nicaragua.
Tanto la Contra
como la venta de armas fueron operaciones prohibidas por el Senado
norteamericano. En su búsqueda por combatir el comunismo en América Latina,
Estados Unidos derrocó a Allende pero además usó el dinero proveniente del
narcotráfico para financiar esas operaciones.
Mientras el
discurso gubernamental se jactaba del éxito contra el crimen organizado, la
realidad era que había una paz pactada en México, ese pacto permitió que en
esas décadas el narcotráfico plantara sus raíces y se extendiera por todo el
territorio.
A raíz de la
implementación de la Operación Cóndor, llegaron procedentes de Sinaloa a
Jalisco, Amado Carrillo Fuentes, Héctor “El Gûero” Palma, Miguel Ángel Félix
Gallardo y el siniestro Rafael Caro Quintero, quien jugaría un papel preponderante
en el Caso Camarena.
Los ecos de ese
obscuro pasaje son una pieza toral dentro del rompecabezas del tráfico de
drogas y la corrupción de la clase política.
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