Para Fernando Rodríguez porque nuestros nietos crezcan en un mundo libre y con justicia.
Estamos a escasos meses de cumplir doscientos años de vida independiente, México ha alcanzado la madurez como Estado pasando por momentos amargos para poder llegar hasta este punto. Para entender el Bicentenario es preciso hacerlo en análisis paralelo con las naciones de América Latina ya que nuestros lazos nos unen desde tiempos ancestrales.
Para contribuir a los festejos críticos de la gesta independentista volvamos la mirada a la América del Sur, a un pequeño terruño de tierra llamada Chile.
Hablar del lugar donde se acaba la tierra es imaginar a los atacameños a los araucanos y Pedro de Valdivia. De García Hurtado, el coraje y fuerza de Lautaro, de su Chacabuco y de la Patria Vieja “consumada” en la constitución de J. Prieto.
El México de Benito Juárez con sus conservadores y liberales es similar al de Chile con sus pelucones, pipiolos y sus estanqueros. Nosotros con Cortés y ellos con Hernando de Magallanes.
Hablar de Chile y su bicentenario es pronunciar nombres como el Desastre de Rancagua el Ejército, de los Andes, la fecha del 12 de febrero de 1817 y un hombre llamado Bernardo O'Higgins. Siguiendo por la Constitución de 1833 el Tratado de Tantauco, Valparaíso, la Batalla de Yungay, el Partido Liberal, un Tratado de Ancón de José Manuel Balmaceda, de un sueño conocido como la República Parlamentaria, el escudo de la Constitución de 1925, y su espada la República Presidencial. Nombres como el Carlos Ibáñez del Campo y la República Socialista de Chile, Pedro Aguirre Cerda, Gabriel González Videla, Jorge Alessandri, Salvador Allende, Unidad Popular, La Moneda. Augusto Pinochet, los Chicago Boys,y el Milagro de Chile, un Patricio Aylwin y la Transición, y su Informe Rettig.
Chile es más que El Mercurio o Violeta Parra, o Diego Portales, es mucho más que un héroe herido y cabalgando en la batalla de Maipo. Es la tierra de los sufrimientos, de las heridas, de los recuerdos. Las fotografías dicen más que mil palabras pero son las palabras las que desnudan el alma y provocan sentimientos como estas líneas de un libro titulado La casa de los espíritus. “El resto de la tarde transcurrió sin incidentes y en la noche todos estaban más tranquilos, a pesar de la prolongada incomodidad y del hambre. Las tanquetas seguían fijas en sus puestos”.
Lugar de batallas, de caídos, de hombres con hambre de libertad, con deseos de justia, de mujeres que roban la tranquilidad del corazón con tan solo una mirada. Es el país donde a pesar de que la tierra le retiemble bajo sus pies, siguen estoicos, firmes, fuertes como Condorito o sublimes como Claudio Arrau.
El bicentenario es una palabra, pero que hoy y mañana no tendrá sentido sino volvemos la mirada al pasado, a los hombres y mujeres que ante la injusticia y la desigualdad creyeron, lucharon, vivieron y dieron la vida por un ideal que hoy rompe fronteras, que se vuelve más fuerte con los décadas, y que sin duda debe estar presente en el Muro de Honor de Latinoamérica, un ideal que se llama Chile. No por nada el Manco de Lepanto salvo de la hoguera un libro titulado La Araucana.
Chile no pertenece a la Independencia latinoamericana, la independencia, la democracia y la justicia son las que pertenecen a Chile igual que América Latina y sus sueños allendistas, a su pueblo y a sus ideales y a su porvenir. Hoy los chilenos pueden levantar la frente con orgullo pues tiene un futuro tan grande como su pasado.
Estamos a escasos meses de cumplir doscientos años de vida independiente, México ha alcanzado la madurez como Estado pasando por momentos amargos para poder llegar hasta este punto. Para entender el Bicentenario es preciso hacerlo en análisis paralelo con las naciones de América Latina ya que nuestros lazos nos unen desde tiempos ancestrales.
Para contribuir a los festejos críticos de la gesta independentista volvamos la mirada a la América del Sur, a un pequeño terruño de tierra llamada Chile.
Hablar del lugar donde se acaba la tierra es imaginar a los atacameños a los araucanos y Pedro de Valdivia. De García Hurtado, el coraje y fuerza de Lautaro, de su Chacabuco y de la Patria Vieja “consumada” en la constitución de J. Prieto.
El México de Benito Juárez con sus conservadores y liberales es similar al de Chile con sus pelucones, pipiolos y sus estanqueros. Nosotros con Cortés y ellos con Hernando de Magallanes.
Hablar de Chile y su bicentenario es pronunciar nombres como el Desastre de Rancagua el Ejército, de los Andes, la fecha del 12 de febrero de 1817 y un hombre llamado Bernardo O'Higgins. Siguiendo por la Constitución de 1833 el Tratado de Tantauco, Valparaíso, la Batalla de Yungay, el Partido Liberal, un Tratado de Ancón de José Manuel Balmaceda, de un sueño conocido como la República Parlamentaria, el escudo de la Constitución de 1925, y su espada la República Presidencial. Nombres como el Carlos Ibáñez del Campo y la República Socialista de Chile, Pedro Aguirre Cerda, Gabriel González Videla, Jorge Alessandri, Salvador Allende, Unidad Popular, La Moneda. Augusto Pinochet, los Chicago Boys,y el Milagro de Chile, un Patricio Aylwin y la Transición, y su Informe Rettig.
Chile es más que El Mercurio o Violeta Parra, o Diego Portales, es mucho más que un héroe herido y cabalgando en la batalla de Maipo. Es la tierra de los sufrimientos, de las heridas, de los recuerdos. Las fotografías dicen más que mil palabras pero son las palabras las que desnudan el alma y provocan sentimientos como estas líneas de un libro titulado La casa de los espíritus. “El resto de la tarde transcurrió sin incidentes y en la noche todos estaban más tranquilos, a pesar de la prolongada incomodidad y del hambre. Las tanquetas seguían fijas en sus puestos”.
Lugar de batallas, de caídos, de hombres con hambre de libertad, con deseos de justia, de mujeres que roban la tranquilidad del corazón con tan solo una mirada. Es el país donde a pesar de que la tierra le retiemble bajo sus pies, siguen estoicos, firmes, fuertes como Condorito o sublimes como Claudio Arrau.
El bicentenario es una palabra, pero que hoy y mañana no tendrá sentido sino volvemos la mirada al pasado, a los hombres y mujeres que ante la injusticia y la desigualdad creyeron, lucharon, vivieron y dieron la vida por un ideal que hoy rompe fronteras, que se vuelve más fuerte con los décadas, y que sin duda debe estar presente en el Muro de Honor de Latinoamérica, un ideal que se llama Chile. No por nada el Manco de Lepanto salvo de la hoguera un libro titulado La Araucana.
Chile no pertenece a la Independencia latinoamericana, la independencia, la democracia y la justicia son las que pertenecen a Chile igual que América Latina y sus sueños allendistas, a su pueblo y a sus ideales y a su porvenir. Hoy los chilenos pueden levantar la frente con orgullo pues tiene un futuro tan grande como su pasado.