Para Mardonio porque él sabe que necesitamos alas para alcanzar el conocimiento
El destino tiene poco claro sus designios en los hombres; pero cuando se realizan más confuso es tratar de entenderlos.
Cuando en México se habla del destino y sus azares vienen a la mente nombres como: Cuauhtémoc, Hidalgo, Zapata, los tres son referencias de que los hombres mueren por las ideas y están destinados o vivir por siempre en el imaginario de la sociedad mexicana.
Pero es el destino y esos designios que no entendemos los que hacen acercarnos al poder. Eso que se repudia y anhela. Ese poder que impunemente borra decenas de sonrisas infantiles por su negligencia y su magra actuación en el desempeño de la política humana.
Y en otros casos quien tiene y ejerce el poder puede cambiar las cosas o por lo menos tratar de cambiarlas. El uso del poder en este país ha sido lo más dañino que hemos soportado como sociedad. Si la voz “más” poderosa de los medios de comunicación calla ante la desaparición de uno de los políticos más “influyentes” de las últimas décadas quiere decir que los fragmentos del poder sirven sólo para unos.
Quizás el último hombre que tuvo el “poder” para cambiar las cosas fue Luis Donaldo Colosio, o al menos eso se suele pensar. Colosio era hijo nato del sistema priísta y esa razón era lo que hoy hace dudar sobre el rumbo que hubiera llevado al país después de cruzar su pecho con la banda presidencial.
Su asesinato hoy sigue siendo un misterio y así lo será por siempre, ya que los “mitos” sirven para la construcción de un nuevo pensamiento y para los discursos patriotas y llenos del oportunismo político. Hoy no sabemos si él de verdad hubiera cambiado al país si hubiera hecho la reforma política que tanto necesitamos.
Colosio es referencia en la vida política y hoy tiene un sentido como lo expresó en el primer aniversario luctuoso, el entonces presidente Ernesto Zedillo “La memoria de Luis Donaldo debe alentar la unidad de los mexicanos para acrecentar nuestra fe en el presente de un pueblo que sabe luchar; nuestra fe en el porvenir de una gran nación, nuestra fe viva en un México mejor para nuestros hijos”.
No podemos saber si Salinas, el PRI o el narcotráfico asesinó su destino, para muchos lo único que hizo en su carrera política fue pronunciar aquel discurso del 6 de marzo, aquel donde veía “un México con hambre y sed de justicia”. Lo que si sabemos es que el país que vio y quizás iba a cambiar, sigue igual. El poder de los hombres de nuestra clase política no ha servido para hacer los cambios que tantas voces han exigido.
Valdría la pena pensar qué tanto poder tenemos cada uno y si hacemos un buen uso de el, pues el poder absoluto absolutamente corrompe, por mínimo que sea.
Y vale la pena pensar en la responsabilidad del poder que el hombre/caudillo que haga despertar las conciencias y que sea capaz de unirnos para realizar el cambio pueda usar, veremos si ese hombre no pierde las raíces. Estamos seguros que en algún lugar él se está preparando para asumir su destino y poder tener la capacidad de usar el poder para el bien de los ciudadanos.
Tendrá que aprender a vivir con una máxima; vivir por un ideal significa morir por el y tener el poder significa usarlo para el beneficio de la Patria.
Quizás mañana no exista un “Tata” Cárdenas o un Zapata o un Colosio, pero si existe será un hijo del otro “sistema”, el sistema de la sociedad que vive sumido en la injusticia y la ineptitud de la clase política. Y entonces el “sistema” tendrá dos opciones; reformarse o morir.
Habrá que esperar lo que decía Ortega y Gasset “el hombre es el hombre y sus circunstancias” y por los visto ya hemos visto muchas circunstancias injustas.
El águila y la serpiente...La vida de un ser no tiene precio y un día de luto no devuelve el instante de oír pronunciar la palabra “papá o mamá”.